Carcomer con palabras lo que se tiene que ir. Ensañarse con los viejos ropajes hasta hacerlos polvo. Corte y confección (con-ficción, confesión). Y así como la polilla busca el bombillo y da vueltas en torno a este, las palabras tornan una y otra vez a ese minúsculo haz de luz que se filtra por entre la oscuridad y el silencio (la herida y la devastación). Devenir polilla para pulverizar los papeles en los que uno ya no se encuentra, los roles que adulteran la sustancia, las vendas mágicas y los velos que aprisionan la existencia. A lo mejor soy una polilla es una inmersión en la noche, un viaje en la oscuridad, un vuelo sobre las ruinas. (Andrés Torres Guerrero)