Cuando Ellinor, a los casi setenta años, vuelve a quedarse viuda, decide que ha llegado el momento de ajustar cuentas, al menos con Anna (la que fuera su mejor amiga, que murió hace cuarenta años, y con cuyo marido Ellinor se casó) y con su propia vida. Lo hará en una larga carta dirigida a esa gran ausente, Anna. Tal vez le mueve la falta de comprensión de quienes la rodean en la actualidad, sobre todo sus hijastros y las familias que estos han fundado. Y pocos comprenden sus deseos de cambiar de casa y de barrio, en una suerte de regreso a sus orígenes. Quizá por eso Ellinor empieza a remontarse hasta su propia infancia y hasta su madre, quien vivió una hermosa pero arriesgada historia de amor que las marcó a ambas, hasta límites insospechados.
"Este relato resulta conmovedor. Lo narra una voz femenina construida alrededor del dolor, la tristeza y la vida que sigue. "