Celia de la Serna no fue simplemente la madre del Che. Julia Constenla, biógrafa y amiga, la rescata del discreto segundo plano que eligió pese a que desde muy joven aceptó correr los riesgos que implicaban sus compromisos culturales, éticos y políticos. Desde la cómoda infancia de una niña de 'buena familia', su educación en un elegante colegio porteño, los desafíos juveniles a la sociedad de la época, la participación en organismos de apoyo a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, hasta la defensa de la revolución cubana. No aceptó las reiteradas invitaciones del Che a instalarse en La Habana, donde podía colaborar con el trabajo y la construcción de su hijo. Prefirió difundir los logros de la experiencia cubana lejos de la isla que amaba, pese a que por hacerlo más de una vez fue atacada a balazos y soportó la cárcel y la clandestinidad.Constenla también se asoma a otras historias familiares.Desde la infancia de un niño acosado por el asma, la juventud en busca de un destino, has