Una frase que he usado otras veces asegura que ¿en todo poema debe notarse que Homero existió¿. No propone replegarse en la comodidad de una tradición; ni legitimarse con ella: se trata de conocer el trabajo de la humanidad para usarlo a favor; y aceptar que la historia del arte no empieza con nosotros. En el caso de Julio Luis Gómez; esa frase sale airosa; pero es más cierta con una modificación: la referencia a tener en cuenta; el punto de partida; es Quevedo: él mismo lo dice desde el primer poema; y lo demuestra a lo largo del libro. Hay un conocimiento serio y una forma de hacer (un ¿saber hacer¿) que nos señala inequívocamente dónde está la fuente de estas aguas; y en consecuencia utiliza con solvencia la forma clásica; la prosodia de la ¿traditio¿; para hacer una reflexión actual.Por este libro se pasean los temas de siempre: el amor; la historia; la justicia; la fe; y están unidos por una manera de usar ese trabajo de la humanidad; que sirve para hacernos conocer; no sólo una filiación; sino también una posible dirección; y nos acompaña hasta el presente complejo donde estamos. Porque lógicamente; el poeta elige esas herramientas y las emplea para contar su experiencia de nuestra época; el inevitable presente se cuela entre los pliegues de sus asuntos poéticos y se inserta con responsabilidad y opinión. Santiago Sylvester