Christi emprende un viaje astral en contacto con el mundo y, desde esa misticidad poética, relata el calvario y el placer incrustados en la carne de Cristo travesti, pero también de un Cristo niño, Cristo poblacional, Cristo indígena. De este modo Javier Ossandón compone un relato que ironiza el diálogo canónica de la religión católica a partir de la religiosidad con la poesía, y donde el lento vaivén entre palabras y silencio intenta alcanzar un todo, a la vez que un entendimiento para redimir el sufrimiento de la diferencia. Sin embargo, los diversos registros escriturales que se presentan a lo largo de esta historia, donde nos encontramos con tonos más sacramentales, otros más coloquiales, así como la cadencia sutil de algunos y otros más torrenciales, responden a un intento de universalización y naturalidad que permiten las posibilidades de la palabra.