Concibo este poemario como un conjunto de breves incursiones en la extrañeza. La extrañeza como un ámbito de la realidad que sustenta el mundo cotidiano al tiempo que queda oculta, pero latente, tras este. Es precisamente ante el desgaste del mundo cotidiano y sus inercias, sus lugares comunes y vacío, que un regreso a la emoción primigenia de la extrañeza supone por sí mismo un alivio, un fortalecimiento, una densidad de ser que acompaña en el viaje de vuelta al mundo, nuevamente cotidiano, pero renovado en su brío y plenitud de sentido. Se divide en tres secciones. La primera no respeta la puntuación convencional, y es la más abstracta y breve. Un estallido caótico que rápidamente nos deja aterrizar sobre la segunda sección, más centrada ya en lo humano sobre la Tierra. La tercera es la más personal. Las tres secciones son complementarias, participan de los mismos ingredientes pero en distintas dosis. Pero hay colosos en burbuja de fantasía que sonríen gozosos, poderosos titanes que sostienen el pulso del vacío. Una ocasión trémula y furiosa en cada brisa, cada sombra, un murmullo cálido y salvaje cada vez que mi piel es sacudida por tu voz.