La experiencia de confinarnos en las pantallas supone una ejercitación extraña a través de la cual la escuela, en sentido amplio, se mete en las casas, trastocando su cotidianidad e intentando habituarnos a nuevas intensificaciones. Esta interrupción abrupta de la presencialidad educativa nos convoca a pensar. La pandemia ahonda en las fisuras de los muros escolares e irrumpe de manera abrupta con una virtualización que nos afecta ¿Hasta dónde las cosas volverán atrás? ¿Qué tanto habremos cambiado? ¿Qué significa todo esto? ¿Qué futuro nos espera? Estas y otras inquietudes son necesarias para no acogernos simplemente a las supuestas bondades de las tecnologías. Más allá de los efectos sobre los sistemas educativos arriesgamos una pluralidad de posiciones acerca de la educación pospandemia, con el vitalismo que da el diálogo como grupo de investigación.