Las abejas constituyen una hermandad secreta. Tal vez porque desde la noche de los tiempos recibieron el encargo de custodiar en su colmena los tesoros del universo. Las abejas guardan con esmero el fruto de su trabajo. Entre sus delicadas celdillas se afanan sin reposo para destilar el oro que esconde cada rayo solar. Las abejas carecen de sentido una a una. Su instinto de solidaridad las mueve a amontonar pródigamente la abundancia que obsequia la creación a quienes se afanan por sus semejantes. Cada una de las historias de esta obra invita a observar la realidad desde diferentes puntos de vista, tantos como ojos tienen sus aladas protagonistas. Pero, por encima de todo, dicen mucho de quienes las contemplan y expolian, de quienes las temen y admiran.