Todos necesitamos expresarnos, es una necesidad del alma que se traduce en la salud de nuestro cuerpo y aunque no todas las personas se aproximan a la escritura con este pensamiento, una vez conectan con ese incomparable recurso se sienten muy bien. He encontrado, a lo largo de los años, que cuando las personas convierten la escritura en una actividad cotidiana se ven más cómodas consigo mismas». El ejercicio permanente de escribir y leer nos conduce a expresarnos con mayor libertad, a despojarnos de tabúes y censuras, a ampliar nuestra mente en el día a día, en la realización de las tareas cotidianas. Esto sucede porque la visión se amplía de manera sorprendente cuando las historias y los personajes nos plantean retos que son afines a los que enfrentamos diariamente y conectan con nuestro discernimiento: sin darnos cuenta, encontramos la solución para nuestros trancones íntimos gracias a que tomamos una distancia que resulta, muchas veces, terapéutica y sanadora».