En cualquiera de sus estadios, etapas o fases, el Estado de amor romántico –y acaso en otros tipos de amor- supone un desorden, una desazón, un estar alterados cuerpo y alma de la ilusión primera o subsiguiente, del dolor y el lamento por su pérdida o de la inacción y anodinia desde la que empezar de nuevo. Los poemas que componen el amor o el desorden hacen este viaje y el yo lírico que vive el amor se detiene para invitar al lector a sentir y pensar su desorden personal.