El rey Salomón pedía a Dios “un corazón sabio”. Hoy este deseo nos parece contradictorio. Pues vivimos, por una parte, bajo el imperio de una razón técnica sin entrañas. Y, por otra, a impulsos de las emociones del corazón, que nos parecen irracionales. Y, sin embargo, necesitamos un corazón inteligente, que descubra el sentido y belleza de la vida precisamente en lo concreto y personal, en el encuentro de amor