La muerte de Kim Jong-il pilló al mundo por sorpresa. La responsabilidad de continuar el legado de la dinastía de los Kim recaía sobre el joven Kim Jong-un. Diez años después ha acelerado el desarrollo armamentístico y nuclear de su empobrecido país y ha creado su propia camarilla de leales purgando en muchos casos a los viejos mandos del régimen.