La elección de Luis Napoleón, en 1848, o el voto que lleva al poder a Hitler y a otros improbables «hombres de la providencia», son algunos de los incontables ejemplos históricos de las pésimas decisiones que el «pueblo» puede tomar en el ejercicio de la soberanía. Existe una plebe inculta que se deja manipular por la propa ganda; existen los subalternos, forzados a desear contra sus propios intereses, pero e