En El espejo ovalado, su segunda novela, Ricardo Sáenz vuelve a sus fuentes profesionales presentando al lector una serie de hechos policiales, muchos de ellos con sus implicancias en juicio. Y lo hace de la mano del Subcomisario Enrique Santos, un imaginario personaje que se transforma en el eje de la historia. Santos hunde sus raíces en los clásicos investigadores policiales de la literatura y del cine. Sin embargo, el autor lo pincela con unas características que lo hacen un inconfundible policía porteño de los años '90, a los que Sáenz conoce bien, con sus costumbres, su herencia familiar y sus convicciones sobre el bien y el mal. Ricardo Sáenz logra un clima tenso y vibrante, que se reafirma en cada uno de los casos que investiga Santos, que se mantiene hasta el final de la novela, asegurándole al lector un interés y un suspenso constantes por conocer los desenlaces.