Aparece más como un mito que como un hombre. Ningún destino de poeta es comparable con el suyo en la tierra. De él se ignora todo, o casi todo; y hay quien llega a negar su existencia. Sin embargo, todo el arte venciano parece inflamado por su revelación. Así escribía, hace un siglo, Gabriele D Annunzio: entre esa imagen literaria y la más convincente reconstrucción del itinerario humano y artístico de Giorgione discurre el redescubrimiento de uno de los más grandes pintores del Renacimiento veneto, maestro de la naturaleza y del sentimiento, protagonista de la evolución de la pintura, a comienzos del siglo XVI, hacia la luz, el color, la atmósfera, la pura contemplación de la belleza.