Durante un trayecto en auto hacia la playa, Perry hijo y Perry padre se han vuelto a reencontrar en una de las visitas anuales que este, de un tiempo a esta parte, viene realizando a Chile. La conversación que sostienen ambos mientras se ponen al día va dejando ver un «estado de la situación»: no solo un estado de la actualidad (estamos en el Chile posestallido social), sino también del tipo de relación que actualmente mantienen. Por un lado, un padre, el Loco (como lo llaman), que viene de vuelta en sentido figurado y literal: algo en él pareciera empujarlo a su país tras completar toda una vida en Suiza; por otro lado, se adivina en Perry hijo una especie de inquietud identitaria y una voluntad por saber quién es exactamente su padre, pero, sobre todo, qué es todo ese oscuro asunto de Patria y Libertad, en que el padre habría estado involucrado durante su juventud. El desasosiego que ronda al hijo establece el punto de tensión, cuya latencia animará la lectura a lo largo de esta novela, con la que Diego Perry –desplegando tanto un relampagueante humor como un honesto enfrentamiento con su propia historia familiar– debuta en la narrativa.