Cuando Bartolomeo Cristofori construyó el primer piano, en 1698, los grandes clavincembalistas, de Bach a Andel, de Couperin a Rameau y Domenico Scarlatti, lo ignoraron y se mantuvieron fieles a su instrumento. Con el barroco, sin embargo, el piano se convirtió en el instrumento musical por excelencia: de Mozart a Beethoven, de Chopin a Debussy, los grandes maestros se dedicaron por completo a su estudio y le reservaron una parte notable de su repertorio.