Jerusalén es demasiado idolatrada para aquellos cuya infancia ha sido iluminada por los puros evangelios; los ojos pueden hallar interés en sus formalismos pomposos, como en el colorido de las cosas del Islam, pero esto, conspira contra los hondos pensares y se realiza a costa de ellos... Cristo, el Cristo del Evangelio es, al fin y al cabo, por quien yo he venido aquí; por El solo, como los humildes peregrinos, guiado por yo no se que ingenua, confusa y postrera esperanza de hallar de nuevo aquí algo de Él, de sentirlo revivir un poco en el fondo de mi alma..