Hay una ciudad por la que me muevo sin que pueda constatar mis pasos. No existe horario. La noche está incrustada en una suerte de eternidad que petrifica la niebla. Es una ciudad que pudo ser derruida no mucho después de su fundación y a nadie le interesó reconstruirla. Su antigüedad nada tiene que ver con el tiempo. Es co mo el peso originario de una mera desaparición. Ahora la niebla justifica una memoria