En este libro, Premio Nacional de Cuento de la Universidad Industrial de Santander, siempre se tiene que volver a algún lugar. Volver, por ejemplo, a ver cómo el tío se desintegra mientras la familia recupera en algo los vínculos disueltos; volver a presenciar el cadáver de un niño, en el centro de una sala, mientras los acompañantes reconstruyen un pasado lleno de dolor; volver con vergüenza a una historia que sale a empujones porque la verdad a veces escuece; volver a la mujer que se ha perdido, así sea sólo a través de una atormentada llamada telefónica; retornar también, a una noche torrencial en la que todo se hizo trizas.