En el año de los récords, cuando guerras y convulsiones empujaron hacia Europa a millones de personas, cuando las miradas estaban puestas en el mar, que se tragaba miles de vidas, y creíamos haberlo visto todo, el mundo se asombró con una nueva escena perturbadora; un niño metido en una maleta, descubierto en el control fronterizo del Tarajal, en Ceuta. Vimos el escáner, vimos la foto del niño, supimos que venía de Costa de Marfil, donde se había quedado casi solo, para reunirse con sus padres y su hermana, emigrados a España. No hubo papeles, leyes ni gestiones que lo «reagruparan». Tras años de amargas derrotas burocráticas, el padre recurrió a una organización clandestina. El niño se reuniría al fin con los suyos, fuera como fuera.