"El libro se presenta como una larga carta de Ramatoulaye, madre viuda, de familia acomodada, que vive en Dakar, a su gran amiga Aïsatou, que ha optado por vivir en el exterior. Pero se parece más a las entradas de un diario personal, en el que cada entrada es un capítulo de tres o cuatro páginas. Aquí vamos conociendo a Ramoulaye; habla de su presente, de sus penurias y alegrías, de cómo se ha ido forjando a través de los años; así como del futuro que soñaron construir cuándo ambas eran jóvenes, siendo solteras, y luego con sus respectivos maridos. Y notablemente, el presente no genera en Ramatoulaye ni decepción ni cinismo, si no una madura esperanza en la mejoría del ser humano, en el respeto entre las personas, en el progreso del país y la lucha contra la pobreza, en el lugar que debe tener la mujer en una sociedad africana e islámica. Con un ágil estilo narrativo (aunque con algunos errores tipográficos), cuenta su propia historia, que permite comprender claramente al personaje. "