El autor sitúa con toda naturalidad al lector ante las elementales condiciones que ha de reunir un cristiano corriente: las virtudes teologales, las virtudes cardinales, el desprendimiento, la oración, el conocimiento de sí mismo, etc. El autor, con el estilo sencillo y fluido, que ha hecho de él el más popular de los escritores espirituales de América, sitúa con toda naturalidad al lector ante la consideración de las elementales condiciones que se han de reunir en un cristiano corriente: las virtudes teologales -fe, esperanza, caridad-, las virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza, templanza-, el desprendimiento, la oración, el conocimiento de sí mismo, etc. Todo ello con un realismo que pone ante la vista la posibilidad efectiva de participar, ya desde aquí en la tierra, de la vida misma de Dios.