San Mateo y el Ángel, un cuadro de Caravaggio, despertó la furia de quienes se lo encargaron y fue rechazado por la iglesia de Roma por faltar, según ellos a los escrupulosos conceptos del Concilio de Trento, que pedían más una pintura didáctica, representada por cuerpos idealizados, que una pintura realista representada por cuerpos terrestres.