La I y II Repúblicas españolas suceden en contextos históricos y con protagonistas diferentes. Sin embargo, en ambas concurren circunstancias comunes y los mismos errores, el mayor de los cuales sería no contar con los apoyos suficientes. Aprendida la lección, se hace necesario que las izquierdas dejen de monopolizar el concepto de república y que las derechas se involucren en el proyecto. La república nada tiene que ver con opciones ideológicas concretas, por lo que posicionarla políticamente es un auténtico despropósito. Comparten republicanismo personajes políticos tan distantes ideológicamente como Merkel, Tsipras, Macron, Trump, Putin... La república está íntimamente relacionada —o al menos debería estarlo— con la democracia, con el estado de derecho, con la separación de poderes y con las libertades. Una hipotética III República requiere racionalidad, generosidad y consenso. Así, el nuevo régimen republicano no debería ser excluyente, debiendo involucrar a una mayoría de ciudadanos. En caso contrario tendría, una vez más, sus días contados.