Esta novela es de una irreverencia absoluta, y de un humor negro que cubre casi todas sus páginas. El autor se mofa con saña (y con conocimiento de causa) de los poderes políticos y religiosos, de las leyes, sermones y ordenanzas, de lo divino y lo humano; y pese a ese tono burlón, es una obra controversial y agresiva, profundamente seria y ligada a la realidad actual de América y del mundo, que muestra cómo todos hemos perdido el derecho a la privacidad, porque el Estado y la Iglesia vigilan, espían, copian y archivan confesiones, chuzan los teléfonos, violan la correspondencia, ponen micrófonos y cámaras escondidas, y tienen silos y catacumbas donde guardan los secretos con los que se asesinan la libertad y el respeto debido a cada ser humano.