Solamente quiero avisarte de que no dejes de ser cómplice de este libro. Si un lector de poesía no es cómplice del poeta en cada poema, el libro languidece y no es este uno que... Leer másSolamente quiero avisarte de que no dejes de ser cómplice de este libro. Si un lector de poesía no es cómplice del poeta en cada poema, el libro languidece y no es este uno que quiera hacer eso. Más bien al contrario, supone una catarsis casi salvífica. Cuando vayan acabando los versos de inquietud, de dolor y de desolación que pueblan el paso por un hospital, que es la sustancia de este libro, todo irá volviendo a la normalidad, todo irá superándose. Y entonces sabes que el autor regresará, que tú, lector, regresarás ?al gozo inesperado / de la huida, hacia los aromas / de las sábanas limpias de tu casa? y el mes cruel de la tierra baldía de Eliot acabará mientras cantas, junto a la memoria ochentera de Ezequías Blanco, con los viejos roqueros de Suburbano un ?adiós a las penas de abril?. Hasta puede que te atrevas y entones también entre dientes La puerta de Alcalá o la banda sonora de Maki Navaja. Y será entonces cuando vislumbrarás con claridad el espíritu secreto del libro. Cuando leas versos como ?sueñan los hombres para que no se borre el mundo? o ?cada farola tiene una historia que contarte?. Lee con devoción y sabrás, como he sabido yo gracias al poeta Ezequías Blanco, que detrás de un gran libro siempre hay una experiencia vital y que, a pesar de todo, ?la vida sigue imparable y magnífica.- ENRIQUE GRACIA TRINIDAD