Reseña del libro "En atención a una mota de polvo"
Es habitual que las cosas pequeñas no se tengan en cuenta. Pasan desapercibidas como las motas de polvo que se acumulan sobre el aparador. Somos conscientes de su presencia, desde luego, pero no les prestamos atención, y de esa forma van tomando el poder de forma delicada y sutil, cambiando el aspecto imperceptible pero inevitablemente de las cosas que nos rodean, hasta que un día, armados con un simple trapo y un spray para los muebles las eliminamos y recuperamos el aspecto original de nuestro entorno. A decir verdad son débiles y maleables, pero no dejan de existir por ello, y tampoco de causar su efecto. Es por ello que son importantes. El Mundo y nuestra realidad, que no tienen porqué estar en relación alguna, sí tienen un punto en común, y este es que están construidos básicamente por cosas pequeñas. Detalles, vivencias, articulitos que conservamos, lo sepamos o no, en nuestras vidas y que poco a poco van dándoles forma. Esa es la condena o la bendición del ser humano de a pie, puesto que la grandiosidad nos queda vetada, puesto que está reservada para otros. Aunque en realidad, ni siquiera ellos pueden escapar al hecho que constituye lo insignificante de la vida. Para ellos también sopla el viento, cae la lluvia sobre sus cristales, los bebés también les sonríen...Esta es la finalidad que persigue el presente volumen. Recordar, reafirmar y dignificar las cosas pequeñas como cuestiones de capital importancia que a la postre son capaces de despertar sentimientos en las personas probablemente mucho más intensos en algunos casos que la mayor obra de arquitectura, la más bella actriz, el más intenso drama literario o la historia de amor más sublime jamás contada. Sólo es necesario atender. Mirar aquellos momentos maravillosos, aquellas personas entrañables, aquellos dramas diminutos que se fraguan en un discreto sofá de dudoso estampado. En todas estas cosas se puede encontrar la belleza al alcance de la mano. El universo ofrece un sin fin de posibilidades al observador atento para su deleite y reflexión. No es necesario embarcarse en un viaje para conocer la magnificencia de la creación humana. Está ahí, a nuestra disposición, preparada para ser escuchada, mirada y reflexionada. No es necesaria una princesa Merovingia para entender el amor. La panadera también se enamora y su sentimiento es tan universal como el de su homóloga real. Todos disponemos de algo que ofrecer al mundo, algo que enseñar a los demás, incluso el peor de los asesinos podría enseñarte la mejor manera de matar. Es por tanto necesario atender, mirar, exprimir y aprender de todo y de todos. Abrir la mente a una realidad rica que engalanada con un guatiné floreado espera sentada a la puerta de su casa como una anciana pueblerina a ser escuchada. Y tiene mucho que contar...
