Reseña del libro "Paraisos inversos"
No abandona las palabras, la escritura de Doğan. No deja que el olvido se instale y nos arrastra en misteriosas músicas, como canicas extrañas en la lengua española con sus lejanos ecos mediterráneos para nosotros. “Escucho mis embates”, nos dice el poeta. ¿Qué nombra directa e indirectamente un poeta? Acaso no la aparente precisión de qué es un olvido o qué es una palabra. Son susurros: “Un festín de flamenco, danza, sexo y blues”. La lectura de estos versos pueden y deberían sonarnos como cauces suspensivos de imágenes leves. Los paraísos inversos son claroscuros. Nos hablan más de atrás hacia delante.
Alberto Bejarano
Cargado con el tono de los grandes autores del Mediterráneo, “Paraísos inversos” del poeta turco residente en Colombia, parece llevarnos de regreso a esos lugares de la caverna donde lo más recóndito enciende su luz por combustión espontánea. Se trata de versos que muestran el cuerpo desollado, las fibras de los músculos y las vísceras expuestas entre las páginas, con la sutileza manifiesta de sus grandes antecesores. En el fluir de ese río los poemas se van incinerando para dejarnos un pequeño fuego. En él brillan como escarabajos los seres humanos vueltos un poco más de vida y un poco más de muerte, tras los retorcijones que trae el vivir entre las vértebras. Con su tono pausado, casi embriagador, este libro es un canto a la existencia entre el desgarro vuelto pasión más allá del exilio, la búsqueda de un nuevo hogar y las fracturas que se van acumulando. La dicotomía anida entre el espíritu; acompaña al poeta en busca de esa nueva iluminación que pueda encandilar sus ojos, aquel aire que le recuerde la vibración, el camino serpenteante que lo lleve de regreso a las montañas, le muestre sus ojos y le susurre al oído: sigue adelante; eres el resumen de todos los seres vivos.
Eduardo Bechara Navratilova
Olomouc, Moravia, República Checa