El inmortal parte de una necesaria meditación crítica sobre los teatros del yo en las escrituras del presente. Una búsqueda metaliteraria individual enmarcada en una preocupación colectiva de nuestro tiempo; la noción de "persona" como centro de ficción. Pero, a diferencia de la glorificación narcisista de las redes sociales, aquí hay exposición del yo, autocrítica y parodia generativa. Desprovista de soluciones imaginarias y musicales habituales, la poesía recobra la materialidad del lenguaje. No la materialidad desarraigada de las vanguardias, sino el retorno a la palabra como espectáculo en sí misma: el juego verbal, la agudeza, la autenticidad, la economía y la destreza que demanda el humor en la literatura.