En los veinte años que han seguido a la aparición de la globalización, la escena política se ha prestado progresivamente a análisis centrados en la crisis, no sólo de la tendencia a la integración entre las diferentes regiones del mundo, sino de la propia perspectiva globalizadora, hasta el punto de converger hacia todo lo contrario, es decir, la renovada fragmentación expresada por los neosoberanismos. Esta periodización analítica, sin embargo, no cuestiona la propia constitución de lo político, ya que se descuida el papel desempeñado por las fuerzas conflictivas que han marcado las diferentes regiones del globo. El inicio del siglo XXI, aunque con algunas diferencias respecto a las grandes movilizaciones de finales del siglo XX, estuvo de hecho marcado por conflictos significativos, extendidos y conectados de manera peculiar, que no sólo complementan y amplían los fenómenos examinados, sino que imponen un cambio paradigmático.