Reseña del libro "Asi son las Cosas"
Cuando se ponen en relación los conceptos de “periodismo” y “estética”, ocurre algo parecido a lo que sucede cuando se conectan los de “política” y “belleza”. El segundo concepto emparejado se cubre inmediatamente de un manto de negatividad que origina casi de manera automática más de una suspicacia. El lector de este libro podría preguntarse: ¿es que se va a defender aquí una estetización de la información, como la paralela estetización de la política de la que alertara Benjamin y que tanto tenía que ver con la pervivencia de los estados totalitarios?; o también, ¿es que se va a abrigar el “embellecimiento de las noticias”, o sea —y esto es también un pensamiento enteramente automatizado— su falsificación?; o, igualmente cabe preguntarse, ¿se nos va advertir, una vez más, del peligro de estetizar los hechos?, ¿no lo sabemos ya todo sobre esta cuestión? En efecto, como lo demuestran estas cuestiones, existe una serie de connotaciones ampliamente extendidas de la palabra “estética” y de la palabra “belleza” que tienden a convertir estos términos en sospechosos de ensuciar todo aquello a lo que se acercan. Aunque no las vamos a compartir aquí, estas asociaciones semánticas son, sin duda, legítimas y se basan además en argumentos de enorme peso histórico; pero hay que decir en paralelo que, por muy extendidos que estén, estos no son los únicos significados ni, mucho menos, los más importantes que se les puede conferir a la palabra belleza y a la palabra estética.