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portada El Carpintero que Conquistó el Imperio Romano
Formato
Libro Físico
Editorial
Año
2020
Idioma
Español
N° páginas
203
Encuadernación
Tapa Dura
ISBN13
9788494808494

El Carpintero que Conquistó el Imperio Romano

E. J. Rodriguez (Autor) · Jot Down Books · Tapa Dura

El Carpintero que Conquistó el Imperio Romano - E. J. Rodriguez

Libro Nuevo

$ 86.823

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Reseña del libro "El Carpintero que Conquistó el Imperio Romano"

Quiero suponer que uno podría escribir sobre cine o sobre ornitología sin sentir la necesidad de aclarar sus... Leer más Quiero suponer que uno podría escribir sobre cine o sobre ornitología sin sentir la necesidad de aclarar sus intenciones. Pero, cuando uno escribe sobre un asunto relacionado con la religión, quizá convenga aclarar la dirección que se ha querido tomar. Empezaré por decir que hace años me hubiese parecido extraña la posibilidad de indagar sobre un personaje como Jesús de Nazaret, y aún más extraña la posibilidad de ponerme a escribir sobre él. Desde lo personal, mi relación con el asunto religioso es tangencial y se limita a un interés sobre sus aspectos culturales y artísticos. Pero nunca he sido una persona religiosa, y continúo sin serlo. No creo en una dimensión espiritual, ni en la posibilidad de la vida tras la muerte, ni en la existencia de misteriosas esferas ultramundanas. Pasé mi infancia y buena parte de mi adolescencia siendo el desinteresado alumno de un colegio católico. Jesús, para mí, era parte del aburrido sonsonete doctrinal de una vida escolar ya de por sí aburrida. Familiarizado como estaba con ese Jesús de la tradición religiosa, consideré durante mucho tiempo que ese conocimiento me era más que suficiente. Como les sucede a muchas otras personas, creía saber lo que se podía saber sobre el personaje, y que a cada cual le correspondía decidir si ese personaje había sido inventado, o si había algo de real en él. Cualquier indagación posterior me parecía superflua. Hay muchas cosas que sabemos, pero sobre las que ya no nos hacemos preguntas precisamente por lo familiares que esas cosas nos resultan. No me hice preguntas sobre Jesús hasta que el interés por la historia me llevó a formular cuestiones en las que nunca antes había pensado. Empecé a mirar desde otra perspectiva a aquel personaje al que creía conocer, y a unos hechos históricos tan asimilados por la tradición que ya apenas provocan reflexión. En otras palabras, empecé a pensar sobre lo que creía saber, y me pregunté por qué creía saberlo. Por ejemplo: a principios del siglo I, esa inmensa y fascinante obra de ingeniería a la que llamamos Imperio romano se caracterizaba una religión oficial politeísta y pagana, que constituía una de sus principales credenciales culturales. Sin embargo, cuatro siglos después, ese mismo Imperio había sido transformado por el culto a un humilde carpintero galileo reconvertido en Dios. Un galileo que, en su día, apenas había llamado la atención de unos pocos centenares de personas. Empecé a preguntarme cómo era posible que un obrero palestino llegase a ocupar semejante estatus en la religiosidad romana y occidental. ¿Por qué precisamente él había sido convertido en el dios de los romanos, y por qué no algún otro individuo con un historial más ajustado a lo que entonces se entendía por grandeza? Y, si de verdad ese carpintero había sido un judío que hablaba a otros judíos sobre profecías judías extraídas de las escrituras sagradas del judaísmo, ¿por qué fueron separados cristianismo y judaísmo como dos religiones distintas? Estas y otras preguntas me llevaron a su vez hacia la pregunta central que, para mi sorpresa, captó mi atención: ¿Quién había sido en la realidad aquel carpintero galileo? ¿De verdad había existido? ¿Podía saberse algo sobre él, más allá de las interferencias de la intencionalidad religiosa (o antirreligiosa)? ¿Existía gente dedicada a estudiar este asunto de manera desapasionada, con seriedad y rigor histórico? ¿Existían los historiadores de Jesús? Terminé por descubrir que, en efecto, había una comunidad académica en cuyo seno, con mucha dedicación, se intentaba descubrir, de entre las muchas invenciones y manipulaciones de los antiguos textos religiosos, información histórica sobre aquel remoto Jesús. Buena parte de este trabajo académico procede del ámbito anglosajón. Y esto presenta otro problema, pues no es fácil averiguar cuáles son los autores y obras que permiten obtener una visión de conjunto sobre lo que están haciendo los estudiosos. En el mundo anglosajón, y sobre todo en los Estados Unidos, se publican infinidad de libros sobre Jesús en los que, bajo la excusa de un supuesto estudio histórico, se esconde el intento de elaborar justificaciones «académicas» para sostener la veracidad de la fe. Y esto no es todo: como reacción a estos ejercicios apologéticos, hay también libros y documentales que ofrecen hipótesis igual de infundadas en torno al carácter supuestamente pagano de la figura de Jesús. Es decir, separar el grano de la paja supone aprender a navegar en mitad de una caótica mezcolanza de hipótesis fantasiosas o conspirativas. El aparente caos de publicaciones puede desanimar al principio, pero terminé descubriendo —como puede deducirse fácilmente de las anotaciones que incluyo en este libro— que los textos más fiables suelen proceder de universidades de prestigio, muchas veces a través de sus propias editoriales. Una vez se descubre que esta es la dirección en la que ponerse a estudiar, las nubes se aclaran y uno descubre autores que, en efecto, usan con Jesús las mismas herramientas y criterios que se aplican a cualquier otro personaje histórico. Y ahí es donde empieza lo interesante. Ahí es donde, para mí, el aburrido Jesús de las clases de religión del colegio se transformó en un apasionante enigma. También descubrí que el estudio histórico sobre Jesús se ramifica en parcelas tan variadas y profundas que son imposibles de abarcar por una sola persona. Hay autores especializados en la lingüística de los textos cristianos, y eso los ha llevado a aprender y desmenuzar lenguas como el griego antiguo, el latín, el hebrero, el arameo, el copto, etc. Este campo lingüístico es tan amplio que existen estudios dedicados por entero a la interpretación semántica de una sola frase, incluso una sola palabra, lo cual propicia debates interminables donde los estudiosos examinan con lupa todo tipo de textos, los relacionados con el cristianismo y muchos otros que no están relacionados, pero que ofrecen pistas lingüísticas. Otros autores se dedican a la papirología, el análisis físico de los viejos manuscritos, lo cual incluye el análisis caligráfico por épocas y clases sociales, y pruebas de laboratorio. Otros se centran en el contexto sociocultural del judaísmo antiguo o de la sociedad romana, y tratan de explicar el fenómeno cristiano como una manifestación mixta de esas dos culturas. Otros estudian a personajes de las primeras décadas del culto a Jesús. Otros estudian la evolución del cristianismo década por década, siglo tras siglo, incluyendo todas las corrientes discrepantes que terminaron desapareciendo. Otros estudian los textos apócrifos que no fueron aceptados por el cristianismo oficial. Otros estudian la relación entre las primeras ideas cristianas y sus precedentes religiosos o filosóficos. En fin, la enumeración de ramificaciones sería interminable. Aquí se recogen, ampliados, corregidos y anotados los textos de la serie que escribí para , más algún añadido. Pretende ser una introducción sencilla y directa a un campo de estudio que, insisto, es muchísimo más amplio y complicado de lo que podría parecer a simple vista. No pretendo discutir sobre la fe —eso podría discutirse en otro lugar—, porque una de las primeras cosas que nos enseña el tratamiento historiográfico que los académicos hacen sobre Jesús, es que la creencia espiritual no es ni apoyada ni desdeñada por el estudio histórico. La creencia es sencillamente tratada como un fenómeno social y cultural asociado a un personaje del que se sabe poco con certeza. La historia tiene poco que decir sobre la fe, y la fe tiene poco que decir sobre la historia. Yo mismo, mientras escribía, he intentado olvidar que soy ateo, porque eso no tiene importancia frente a lo que dicen los verdaderos expertos.

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