Reseña del libro "Jose Emilio Pacheco: en Maryland (1985-2007)"
En su Meditación XVII el poeta inglés John Donne nos advierte que Nadie es una isla por completo en sí mismo y que cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra, por tanto, este homenaje dedicado a quien nos tocó con su bondad y su talento, como una ráfaga de luz, no hubiese sido posible sin la generosa disposición de muchas personas. Debo, ante todo, darle las gracias al Instituto Cultural Mexicano y, en especial, a la señora Laura Ramírez Rasgado quien, sin vacilar, aceptó la idea de honrar la memoria de José Emilio en este claustro de las artes. Quisiera también agradecer a la profesora Amelia Mondragón por revisar cada detalle de este homenaje para que estuviera a la altura de nuestro amigo y maestro; al profesor Saúl Sosnowski, porque sin su lucidez en la contratación de profesores para el Departamento de Español en la Universidad de Maryland, José Emilio no hubiese llegado a nuestras vidas; al profesor Hernán Sánchez M. de Pinillos, cuya erudición ha insistido en presentar la obra de José Emilio como el último eslabón de grandes poetas en los más de mil años que lleva andando la poesía en lengua española; a Mario Ramos y a Casasola Editores por prestarnos su infraestructura para rodar el pequeño video que han visto esta noche y grabar las palabras del escritor Sergio Ramírez, a quien creo oportuno agradecer; a María Cristina Monsalve, Ginette Alomar-Eldredge, Melissa González-Contreras y José Alfredo Contreras por leer espléndidamente; a la audiencia que hoy nos acompaña, porque si algo tenía José Emilio era el poder de congregar a la gente, acercando las grandes y ideas con un lenguaje sencillo y ameno. Cuentan los periódicos mexicanos que mientras su cuerpo era velado en capilla ardiente en el Colegio de Nacional, cientos de estudiantes de secundaria se acercaron al féretro, portando Las batallas en el desierto, para depositar una flor. Finalmente, se me escapan las palabras para agradecerle a la señora Cristina Pacheco su presencia, pues es conocido por todos la inmensa labor cultural que ha llevado y sigue llevando a cabo en México, y lo difícil que le fue tomarse estos días para estar entre nosotros. Habrá de saberlo, señora, que José Emilio hizo grandes amigos en Maryland, y él acabó siendo parte de nuestra familia.