Reseña del libro "Leonor de Aquitania: El Aguila de dos Coronas"
enrique ii plantagenet, rey de inglaterra, reaccionó muy rápido cuando tuvo la certeza de que su esposa, leonor de aquitania, y sus tres hijos mayores conspiraban para quitarle el trono y despojarlo de sus dominios normandos. apenas siete días atrás, encabezando un pequeño pero bien armado ejército de hombres aportados por los nobles leales a su causa, logró cortar de tajo la avanzada de las tropas francesas que, por orden de luis vii, intentaron apoderarse de normandía.
la reina sabía que enrique estaba indignado y furioso: sus propios hijos, enrique el joven, heredero del trono inglés ?a quien tan sólo unos meses antes él mismo había coronado como rey asociado?, ricardo ?conocido años después como corazón de león y ya proclamado conde de poitou y duque de aquitania y gascuña, títulos heredados de leonor? y godofredo ?duque de bretaña?, con la aprobación y ayuda de ella, lideraban la sublevación con el respaldo de los barones, los nobles y los más poderosos caballeros del reino.
las pretensiones de los príncipes giraban en torno a gobernar con plena autonomía los amplios y ricos dominios de los plantagenet, con todo lo que eso implicaba, y sus aliados querían librarse de la severidad déspota del monarca y, de paso, poner freno a los cada vez más agobiantes impuestos que estaban obligados a pagar, gran parte de los cuales eran destinados a financiar las escaramuzas bélicas del infatigable rey.
leonor también imaginaba la rabia del soberano al comprobar que sus jóvenes hijos, de dieciocho, dieciséis y quince años, contaban con el apoyo decidido de su enemigo más acérrimo: luis vii, rey de francia y primer marido de ella.
pero ahora la noticia del sudoroso y asustado mensajero la llenó de preocupación: el castillo de su fiel y confiable amigo aquitano, raúl de faye, acababa de caer en manos de soldados mercenarios contratados por su esposo. en pocas horas estarían en poitiers, su amado castillo, su refugio y el lugar donde se sentía más cómoda y segura, aun por encima de los soberbios palacios reales ingleses o de las elegantes mansiones francesas en las que había vivido desde que tenía quince años. poitiers era tan importante para ella y su familia como su hogar infantil, el palacio de l?ombriére.
la reina hizo una señal para que el séquito de damas de compañía se acercara, ordenó disponer las mejores cabalgaduras y avisar a los caballeros de su escolta personal, con el mayor sigilo posible, para que se prepararan a marchar de inmediato. no deseaba que los otros miembros de la corte se enteraran de su partida hasta la mañana siguiente porque aún desconocía quién o quiénes informaban a enrique de lo que sucedía en poitiers. en su mente pasaban uno a uno los posibles delatores, pero no hallaba las razones para que alguno de ellos la traicionara. eran personas que en muchas ocasiones demostraron su lealtad hacia ella y que desde su matrimonio con el rey de inglaterra se opusieron a que un normando dirigiera sus destinos.
ya encontraría tiempo para descubrir a los culpables. por el momento era esencial que estuvieran al tanto de los acontecimientos sólo las personas involucradas de manera directa para que fueran mayores las posibilidades de huir al inevitable ataque de furia de su esposo. si por motivos de menor importancia la reacción colérica del rey causaba tanto temor, en esta ocasión no se podía prever hasta dónde llegaría su venganza.
nadie oyó la conversación de leonor con el mensajero, pero el gesto preocupado del rostro real hizo que sus acompañantes indagaran sobre lo que sucedía. ella eludió las preguntas y, dando muestras de serenidad, se dirigió sin demora a sus aposentos, mientras hacía esfuerzos para ordenar sus ideas. estaba nerviosa pero decidida a escapar. su única salida era francia. tendría que pasar por la ingrata experiencia de pedir protección a su ex esposo, pero no veía otra alternativa.
una vez en su recámara, pidió a las doncellas encargadas de atenderla que buscaran cuanto antes un traje de hombre apropiado para su talla y estatura. las mujeres salieron presurosas con la advertencia de tener absoluta discreción.
con la asistencia de una de sus acompañantes, leonor guardó en una pequeña valija negra un vestido de viaje y algunas bolsas con monedas. pronto llegaron las asistentes con el pedido de su señora.
mientras se ponía la indumentaria masculina, concluyó que la mejor ruta para llegar a parís era seguir al oriente por los caminos de aquitania, donde todos sus caballeros estarían dispuestos a luchar por ella hasta las últimas consecuencias. luego, ya en territorio francés, se dirigiría al norte, manteniéndose lo más alejada posible de normandía, donde enrique, como duque del lugar tenía todo el respaldo, tal como ella lo recibía en territorio aquitania